Trance "Tantra y prácticas chamánicas". Un mismo camino hacia lo esencial

En mi experiencia, el tantra y las prácticas chamánicas no son caminos distintos, sino partes de un mismo viaje donde uno me abre la puerta al otro.

La senda del tantra me ha enseñado a expresarme con más honestidad, donde lo bueno y lo malo carecen de sentido. Reconociendo que ambos aspectos son construcciones de la mente, juicios condicionados por la cultura, la educación y la sociedad, más que realidades absolutas, mostrando que toda opinión es relativa y dependiente de un contexto. Este camino me invita a integrarlo todo, a no reprimir ni negar, sino a aceptar la totalidad de la experiencia. Por eso lo que la mente etiqueta como "negativo" no se rechaza, sino que se observa, para llegar a comprenderlo y transformarlo en una oportunidad de expansión de la conciencia, volviendo a la inocencia de un niño sin juicio y dando cabida a la expresión de lo que uno siente, para reconectar con la raíz y sentir la fuerza que anima la vida, ese aliento sutil que sostiene toda existencia.

En la práctica tántrica, esa corriente de energía sexual, la kundalini, se eleva dentro como una llama viva. Un impulso recorre mi cuerpo, conectándome con mi sangre y con la memoria de mis ancestros, un hilo que me vincula con mi linaje, permitiéndome dejar de pensar y despertar la conciencia, comenzando a ver y descubrir las formas que nublan nuestra mente, expandiéndome de esta manera hacia todos los planos de mi ser "físico, emocional, mental y espiritual."

Este entendimiento no emerge de la mente, sino del cuerpo. Para que ocurra, es necesario soltar el control mental y la necesidad de dirigir o manipular lo que sucede.

Recuerdo mis primeras prácticas en las que, tras varios minutos de respiración y de ejercicios de movimiento consciente a través del tantra y la meditación, sentía claramente como mi cuerpo necesitaba expresarse más allá de mi raciocinio y del de quienes compartíamos la sala. Tras varios retiros en los que me permití la expresión sin control sobre mi cuerpo comprendí que el conocimiento que llevamos integrado en nuestras células y, por ende, en nuestro linaje, no se piensa, se siente, lo que permite su manifestación.

Cada sonido, cada respiración y cada movimiento despiertan recuerdos. Es como si guardaras una sabiduría antigua que no busca ser olvidada, sino revelada. Surge una necesidad real de conexión, tanto con la vida como con mi propia comprensión de la misma.

Y entonces, cuando suena el tambor, algo dentro se eleva como una llama que arde. La percusión me enraíza, acelera mi corazón y hace vibrar la sangre. Siento cómo el pulso del tambor se une al mío y, por un instante, se produce lo que había evitado durante tanto tiempo por miedo a perderme a mi misma, a que mi ego se desvaneciera, un temor a trascender la muerte para dar lugar a una conexión real con lo divino.

Es un reconocimiento a mis raíces, a mis ancestros y a esa fuerza invisible que nos habita. A través del ritmo, una parte de mi recuerda de dónde viene y hacia dónde se dirige.

¿Pero qué es una práctica chamánica?

Desde mi experiencia, y como te he ido adelantando es un proceso de revelación, en el que se permite un espacio de conexión trascendente, una vivencia transformadora donde el cuerpo, la mente y el espíritu se alinean y se abre la posibilidad de percibir realidades que van más allá de lo cotidiano. En el estado de trance nos convertimos en un puente entre el mundo visible —los seres humanos, la naturaleza, los elementos— y el mundo invisible, donde se mueven fuerzas que trascienden lo físico.

No se trata de “hacer magia”, sino de abrir una puerta a otra forma de percibir, a un plano distinto de conciencia, más sutil; un estado vibracional más elevado. Es una exploración de lo sagrado, una ceremonia donde la energía se mueve para sanar las diferentes partes del ser.

El chamán, o quien guía el trance, utiliza técnicas que alteran la conciencia propia que le permite acceder a esos otros planos, trayendo desde allí comprensión, alivio, fuerza y sanación, desde el movimiento. Cada cultura tiene su propio lenguaje simbólico, rituales y cosmología, pero el propósito es el mismo, reconectarnos con las fuerzas que van más allá del cuerpo y que, a través de nuestras emociones, alteran la manera en que vemos la realidad.

"Gabrielle Roth describe la danza como un lenguaje primitivo que permite expresar el alma, donde cada gesto y cada ritmo son puentes entre lo humano y lo divino."

¿Por qué bailamos?

El baile ancestral aparece de manera natural cuando el cuerpo entra en ese estado elevado de conciencia. Ritmos repetitivos, percusión, cantos, respiración profunda o música tribal van abriendo el espacio interior y rompiendo los límites de la mente.

En algunas culturas africanas, el trance se alcanza bailando durante horas alrededor del fuego, guiados por cantos que llevan al éxtasis espiritual. En ese estado, la energía se canaliza y el cuerpo se convierte en un vehículo de fuerza curativa.

El baile también une a la comunidad. Quienes ya han recorrido este camino pueden sumarse con cantos, instrumentos o simplemente como presencia activa. El rito se transforma en una sanación colectiva, una reafirmación de nuestra identidad espiritual y del vínculo con lo invisible.

Estas experiencias son intensamente transformadoras. Durante el ritual pueden aparecer visiones, emociones profundas o la sensación de conectar con animales de poder. Pero ahí reside la fuerza de este proceso a través del chamán o de la persona con una sensibilidad intuitiva y etérea permite que todo lo que surge encuentre su cauce hacia la liberación.

Este camino, donde el tantra y el chamanismo se entrelazan, me ha enseñado a escuchar el cuerpo, a honrar mis raíces y a recordar que la sanación no siempre se busca, sino simplemente se permite.

AHORA COMPRENDO QUE, A TRAVÉS DE MI PROPIA VIDA, HONRO LA MEMORIA DE MIS ANCESTROS.